“30 se van hoy de la Iglesia, ¿campaña nacional?
Los renegados dicen que les llenó la copa la posición de los jerarcas católicos frente al aborto, la anticoncepción y las uniones homosexuales”.
Tomado del periódico El Tiempo, jueves 28 de septiembre de 2006
“Nadie os engañe de ninguna manera; porque esto no sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición”.
Segunda epístola de San Pablo a los tesalonicenses (2:3),
Nuevo Testamento
Los renegados dicen que les llenó la copa la posición de los jerarcas católicos frente al aborto, la anticoncepción y las uniones homosexuales”.
Tomado del periódico El Tiempo, jueves 28 de septiembre de 2006
“Nadie os engañe de ninguna manera; porque esto no sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición”.
Segunda epístola de San Pablo a los tesalonicenses (2:3),
Nuevo Testamento
La tarde del jueves 28 de septiembre de 2006 –día internacional por la despenalización del aborto en América latina y el Caribe– empieza con algo de sol, pero después de las dos de la tarde el cielo se oscurece un poco, nubes grises amenazan con prolongada lluvia, una de las tantas que caen a finales de este mes en Medellín. En el Parque Bolívar, tradicional espacio del centro de la capital antioqueña, nada fluye fuera de lo común: vendedores de paletas, de globos, de muñecas, voceadores de milagrosos remedios vegetales del Amazonas, un mimo callejero con el maquillaje deslavado, transeúntes que van por todos lados, recorriendo los diversos senderos que atraviesan el parque, bordeando espacios verdes sembrados con árboles y arbustos y protegidos por rejas metálicas de escasa altura.
El Parque Bolívar acoge, en su centro, una imponente estatua del libertador Simón Bolívar, montado a caballo; y, en su extremo norte, la mole de ladrillo que representa la Catedral Metropolitana –la más grande del mundo construida en barro–. Precisamente el atrio de la Catedral sería escenario de un evento muy alejado de los ritos sacrosantos que normalmente tienen lugar en este sitio, y que ciertamente no tendría nada que ver con los servicios fúnebres que, en este momento, se desarrollan en el interior del templo.
Entre los grupos de personas que, ya a las cuatro y media de la tarde, ocupan las escaleras y el atrio mismo, se forma un nuevo –si bien diverso– grupo. Personas felices, con caras de satisfacción y desafío, que se saludan con efusivos abrazos. Muchos llegan al atrio viniendo desde la parte posterior de la Catedral; primero han hecho escala en el tercer piso del Centro Comercial Villanueva, a donde empezaron a llegar a eso de las tres de la tarde. En estas oficinas han entregado, cada uno y de forma individual, derechos de petición. ¿Solicitando qué? Su retiro inmediato e irrevocable de una institución tradicional a la que ingresaron desde muy pequeños, pero a la que ya no quieren hacer parte. Se acaban de declarar apóstatas, esto es, han renunciado voluntariamente a su fe en la religión católica, como lo hicieron antes el emperador romano Julián “el Apóstata”, ó los filósofos Bertran Russell y Friederich Nietzsche. Marta, Cristian[1] y Robinson hacen parte de la tropa, estos tres personajes tienen un papel protagónico en todo este evento.
Quema de brujas, parte I
Nuestro grupo, pues, se diferencia por sus vestimentas: disfraces, pelucas y maquillaje; y otra parafernalia que cargan con ellos: una bandera amarillo y blanco, un pequeño frasco plástico con gasolina y helechos secos. Y por sus actos. Conforman un gran círculo. Un joven del movimiento de la diversidad sexual, disfrazado de indígena, rompe el círculo, realizando una danza ritual amerindia mientras exhibe su desnudez aborigen. Luego, lentamente, cada uno de los personajes llega al centro del círculo para expresar algo de su fuero interno en contra de la Iglesia. Unas mujeres antimilitaristas representan cortesanas lesbianas, otras, del movimiento feminista, brujas condenadas de antaño que hechizan a la gente que las observa. Cristian, con una túnica negra y signos esotéricos, representa a un rosacruz gnóstico. Una prostituta ilustrada seduce al público. Un punk del movimiento antimilitarista manifiesta que “la Iglesia es una mierda”. Robinson representa a un travesti, expresando su erotismo femenino de forma seductora. Aparece entonces un representante del Tribunal de la Santa Inquisición leyendo edictos condenatorios contra los apóstatas, cuando termina con su perorata se dirige a cada uno de los acusados y ata sus manos a la espalda.
Ahora ha dispuesto cierta cantidad de helechos secos a los pies de cada uno de los individuos atados. Se dispone a quemarlos. Sin darse cuenta, los presentes –protagonistas y espectadores– han viajado en el tiempo al año 1503. Con todo dispuesto, aparece la estrella de la tarde: el mismísimo Papa Benedicto XVI –interpretado por un joven del movimiento antimilitarista, un apóstata más–. En sus manos lleva un documento que se apresta a leer en voz alta, para goce del público que lo escucha. En tono fuerte y digno, lee una cadena de acusaciones y penas en contra de los herejes. El punto principal del documento reza:
"El Alto Comisionado de la Santa Inquisición de la muy Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, os condena a la hoguera eterna. Luzbel se ha apoderado de vuestras almas (...). Rogad hermanos por estas perras de Satanás, estos hijos de las tinieblas que han manchado el cuerpo puro del cordero y la virginidad de María siempre Virgen. Las mujeres son brujas que pervierten el cielo de los hombres como lo hizo Eva en un principio con la tentación por la carne, y los sodomitas que incurren en el pecado nefando de sodomía contra natura jamás comulgarán con Dios en el paraíso. Tampoco los jóvenes libertarios que quieren regirse por su propia conciencia y no la que dicta el Santo Papa".
A continuación, la mano misma del Papa prende fuego a las hogueras purificadoras. Entonces se revelan los acusados, gritan vehementemente consignas en contra de la Iglesia: “No le temo, no le creo”. Los espectadores del sacro evento, animados por los hechos, gritan con ánimo: “¡Quémenlos por pecadores!”, incluso un joven exclama con seriedad: “¡Quemen a la de la mitad!”, refiriéndose al travesti. ¿Arderán en el fuego santificador de la Santa Inquisición?
El travesti
Robinson Sánchez Tamayo es abogado, bailarín y activista homosexual. Supo qué era ser apóstata durante la preparación para este evento, antes no tenía conocimiento de los procedimientos canónicos, pero desde hace muchos años experimentaba rechazo hacia la institución religiosa. De la preparación se enteró en agosto, gracias a dos conocidos suyos que estaban liderando el movimiento en Medellín –Marta y Cristian–. Se llevaron a cabo reuniones informativas donde explicaban cómo era el procedimiento de la apostasía y elaboraron una construcción colectiva junto con personas de los movimientos antimilitarista, de jóvenes, feminista y de diversidad sexual, que les permitiera hacer una acción conjunta.
Su distanciamiento de la iglesia surge desde el colegio, antes de darse cuenta de su homosexualidad, cuando se percata de muchas prácticas dogmáticas de la iglesia con las cuales no se sentía identificado. Por su trabajo en los movimientos sociales se dio cuenta de que las instituciones religiosas no logran responder a las necesidades sociales, sólo ejercen control en el ámbito de lo privado, siguiendo una dinámica propia de hegemonía del poder.
Fue sencillo tomar la decisión de participar en este movimiento colectivo de apostasía; una mera formalidad porque se sentía apóstata desde hacía tiempo. Con relación al acto público, considera que fue una síntesis de sentimientos generalizados que muchas personas vivían desde hacía años. Los actos religiosos son públicos, por eso decidieron que este evento de apostasía lo fuera también. Además conocían casos de personas que habían apostatado a quienes la Iglesia les había negado la solicitud. Cita el caso de un muchacho de Pereira, a quien le negaron la solicitud por considerar que se trataba de un mero capricho pasajero.
Su papel en el acto fue de doble: la representación y el pronunciamiento público, además de la redacción de los derechos de petición ante la Iglesia. Fue un travesti en el evento, como representante de uno de los grupos poblacionales perseguido por la religión. Si bien su familia es conservadora y católica, ha sido respetuosa de su decisión.
Se identifica como una persona espiritual, cree que los dioses y demonios están en el interior de las personas. El llamado público que hace es a no ser ciegos en el momento de creer en las instituciones religiosas, ya que hay que comprender que todas esas instituciones tienen intereses políticos y económicos que no pueden ser desconocidos. Opina que las personas deben ser más terrenales al momento de evaluar a las personas que dominan los movimientos religiosos.
El hereje
Cristian es psicólogo y seguidor de la orden rosacruz. Siempre escuchó hablar de excomunión pero fue sólo cuando sus padres le pidieron que hiciera una diligencia en la curia de Medellín, en 2002, que aprovechó para preguntarle a una monja qué se debía hacer para ser excomulgado. La monja se disgustó y le dijo que hablara con el arzobispo. Dejó el asunto en “reposo”. Cuatro años después, un joven de una corporación donde trabajaba le envió un correo electrónico explicando qué era la apostasía, redactado inicialmente por Marta. Luego empezaron a reunirse. Es un movimiento muy diverso: hay homosexuales, góticos, feministas, cristianos no católicos, personas que se sienten heridos por el Catolicismo.
El derecho de petición que él redactó, incluía apartes en los cuales expresaba su desacuerdo con el proceso de cristianización forzado, con que se hubiera quemado a tanto gnóstico rosacruz, con que la Iglesia fuera tan patriarcal frente a la homosexualidad y que él no creía ni en la Iglesia ni en los jerarcas.
Desde pequeño fue muy católico, cuando descubrió su homosexualidad un sacerdote le dijo que no podía ser “esa clase de persona”. En el colegio, cuando aprendió sobre la historia de la colonización de América, le dolían mucho los indígenas, cómo los cristianizaron a la fuerza. Luego ingresó a una fraternidad cristiana esotérica, pero no católica, donde exploró otras áreas de su espiritualidad y su ser. Sintió que en una vida anterior fue quemado por hereje.
Participó en el acto de forma anónima, primero por ser psicólogo, profesionales que deben ser neutros frente a sus pacientes. En esta sociedad, dice, apostatar es ir en contra del sistema y arriesgarse en el área laboral. De otro lado, su familia, profundamente religiosa, no sabe lo que hizo, si bien conocen su posición resistente frente a la Iglesia.
La alborotadora
Marta Restrepo, socióloga, es una aguerrida feminista, militante del movimiento desde hace muchos años. Su decisión de apostatar, y de organizar un evento público y colectivo de apostasía, nació de su deseo de decirle a la Iglesia y a la sociedad general que muchas personas sentían disenso del dogma católico y que tenían derecho a abandonar la Iglesia en la que los habían matriculado siendo bebés sin derecho a voz ni a voto. Según los datos que ha conocido, son los primeros en hacer un acto así en Latinoamérica. Cree que habrá más gente que lo hará en el futuro cercano, hay mucha gente averiguando cómo hacerlo en la medida en que hay personas que están buscando liberarse de las religiones y creando una conciencia más humanista y científica.
De acuerdo a Marta, en Colombia aún está muy distantes de alcanzar una conciencia colectiva libre del colonialismo religioso y cultural dejado por la invasión europea, por lo tanto pasará mucho tiempo para que movimientos laicos, ateos y del pensamiento crítico tengan un lugar más significativo en la transformación de la cultura. Manifiesta que la arrogancia de la Iglesia no le dará mayor trascendencia a este acto –al buscar un testimonio directo en la Arquidiócesis de Medellín para este reportaje, un encargado de la oficina de comunicaciones expresó que dicho evento no había trascendido para la Iglesia–.
Cuando empezaron las reuniones de preparación, llegaron a contar con más de treinta personas interesadas en apostatar públicamente. Al final sólo lo hicieron diecisiete. Para Marta eso indica lo difícil que es pensar diferente y ejercer la autonomía en un país tan rezagado intelectual y políticamente.
Califica positivamente el evento que realizaron en la Metropolitana. Tuvieron cubrimiento de prensa local y nacional. Crearon una amplia base de correos de personas y asociaciones ateas y libertarias. Recibieron voces de apoyo y en un pequeño colectivo se generó una identidad alrededor del tema del ateismo y la lucha por el laicismo en la educación, los temas del Estado y las políticas de salud sexual y reproductiva.
Su trabajo no ha terminado. Ahora están elaborando varios derechos de petición para exigir el retiro de imágenes religiosas de edificios públicos y el fin de las misas y del pago de capellanía en instituciones públicas. Su idea es buscar aliados para trabajarle duro a un proyecto de ley que mande la religión al lugar de donde nunca debió salir: la vida privada. Y, por supuesto, sigue la campaña para que más personas se conviertan en apóstatas.
No considera que el feminismo se plantee a la Iglesia como enemiga, por el contrario piensa que la Iglesia, y su jerarquía, ha visto históricamente como enemigos a quienes no creen en ella, a quienes no la siguen, a quienes han demostrado la falsedad de sus dogmas, lo antinatural e inhumano de su moral y lo inequitativo de sus leyes. El lugar de las mujeres en la jerarquía eclesiástica es servil. No es raro entonces que esta iglesia vea con horror la lucha de las mujeres por sus derechos y libertades.
Quema de brujas, parte II
Cuando el fuego papal arde a los pies de los herejes, la líder feminista lee el manifiesto construido con el consenso del grupo de apóstatas. Este manifiesto expresa diversas denuncias contra la Iglesia, entre las que estaban:
"La oposición por el avance de la democracia y la libertad, negando los derechos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, la igualdad de derechos para las mujeres y el respeto a sus decisiones sobre la sexualidad y la maternidad, la violencia de género, el uso de métidos anticonceptivos, la interrupción voluntaria del embarazo, la prevención del vih/sida y otras infecciones de transmisión sexual, la investigación científica con células madre, la reproducción asistida, el debate sobre el derecho a una muerte digna, el derecho a una educación laica, imponiendo una única moral, un discurso único y excluyente que discrimina y estigmatiza a quienes reivindican el respeto a la dignidad humana, la libertad, la razón, el progreso científico para bien de la humanidad y una conciencia universal y humanista".
La declaración de apostasía es el único medio que la Iglesia Católica reconoce para que una persona bautizada deje de pertenecer a ella de forma voluntaria. A los ojos de los apóstatas, la Iglesia celebra bautizos como forma ilegítima de incrementar su implantación social, elevando cifras estadísticas que se traducen en mayores privilegios sociales y económicos.
Posteriormente se queman copias de las partidas de bautismo. Los herejes son liberados y puestos a salvo del fuego redentor. Algunos cristianos anticatólicos y homosexuales habían donado la bandera del Vaticano. En medio del agite y el acto de condena pública, y la premura por terminar la representación por cuestiones de seguridad, se extravía el trozo de tela amarillo y blanco. Surge entonces, en medio de la muchedumbre, un pequeño niño que le dice al gnóstico brujo: “¡Mire la bandera!”.
A falta de quema de brujos y brujas, quemarían la bandera misma del Estado Vaticano. Pero el intento de convertir en cenizas dicho símbolo casi fracasa: no quería prender el fuego. Aparece un anciano embriagado dispuesto a ayudar a la causa, añade una sustancia rojiza –¿licor?– a la bandera. Ahora sí arde rápidamente, como escondiéndose de las cámaras de los medios de comunicación.
La acción termina con entrevistas y la puesta en orden del espacio usado. Los activistas y apóstatas se abrazan con emoción. El gnóstico brujo, invita a los espectadores a una fiesta de celebración en el infierno. Los apóstatas cambian sus disfraces por coloridas camisas con el símbolo de la mitra papal y la consiga “No le temo, no le creo”, en la parte delantera, mientras que la trasera reza “No me excomulgaron, ! yo apostaté!”.
Lo que dice el Código de Derecho Canónico
Libro III, la función de enseñar de la iglesia.Canon 751. Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos.
[1] Esta persona pidió mantener su nombre en reserva y eligió el pseudónimo de “Cristian”.
