viernes, 6 de marzo de 2009

Se busca romántico caballero

Mariana estaba aburrida ya por el continuo flujo de humo proveniente de los cigarrillos, pipas y puros que fumaban los elegantes caballeros por todos los rincones y espacios del tradicional Salón Azul en el viejo Hotel de La Castellana. Aburrida precisamente hoy que se sentía especialmente bella, se había esmerado mucho, durante casi tres horas, en el pulcro arreglo y limpieza de todas las partes de su cuerpo, primero sumergida en un tibio baño de sales reconfortantes, para luego escarbar aquí y allá con una cuchilla y otros penosos instrumentos de los que se vale la estética para arreglar todo lo que se pueda intervenir.

Se había maquillado desnuda, como era su costumbre desde que se hizo mujer. Una suave capa de base aplacaba un poco las pequeñas pero ya escandalosas arrugas y otras muestras del paso del tiempo en su rostro. Sus profundos ojos negros estaban hermosamente resaltados por la línea de lápiz delineador rojo, y las largas y espesas pestañas –­postizas algunas– le imprimían un encanto único a su mirada. Los labios carnosos estaban adornados por el cremoso y brillante tono carmesí del labial que había comprado el fin de semana anterior en la tienda de las hermanas Salazar. Sus normalmente pálidos pómulos lucían el bello trazo celeste de una suave brocha impregnada de algún polvo de estrellas de rubí, de ese que venden empacado para la felicidad de las mujeres. Su ralo cabello estaba oculto por la reluciente peluca castaño oscuro que había escogido para esta noche. Sí, estabas radiante Mariana, ningún hombre en su sano juicio, que podrías encontrarte en cualquier lugar al que te condujeran tus pasos hoy, podría ignorarte.

Llevaba esta fresca tarde de invierno ropa interior roja, de costosa seda y esmeradamente terminada con cientos de encajes y bordados. Sus largas medias veladas, salidas del empaque hacia unas pocas horas, se agarraban apasionadamente a los ligeros color vino tinto en la parte alta de sus muslos. Siempre peleabas Mariana con los calzones, tratando de acomodar por aquí y por allá las flojas carnes de tu intimidad. Y siempre terminabas refunfuñando y resignándote al embutido en que siempre quedaban aquellas convertidas.

El vestido, de corte largo, clásico pero sensual, poseía la maravillosa magia por la cual valía la pena pagar cada peso que exigía doña Bernarda por su perfecta costura, una magia tal que resaltaba sus muchos atributos y ocultaba aquellas áreas que más inseguridad creaban en la buena dama. La caída de la fina tela, rojo sangre, fluía maravillosamente con cada paso y movimiento corporal de la portadora.

La dinámica en este sitio no cambiaba. Mariana ya había estado sentada por casi una hora ante una mesita pequeña, aspirando humo a montones, en el extremo sur del salón, junto a un gran ventanal por donde se empezaban a ver las brillantes luces del alumbrado público que hacía poco habían encendido y las de los pocos automóviles que a esa hora circulaban por la calle. Entonces se acercó un caballero alto y de apariencia fuerte, con el pelo entrecano. Se presentó, con un suave pero cálido apretón de manos y pidió autorización a la bella mujer para acompañarla. Mariana asintió tímidamente y empezaron a conversar. El juego apostaba ser muy interesante esta noche. ¿Será éste Mariana? Deja la ansiedad mujer, disfruta y ocúpate del momento actual con el amable caballero, no dejes que tu mente divague por terrenos poco oportunos para la ocasión.

¿Será posible encontrar el amor en el oscuro rincón de un bar? Ese era el sueño de Mariana, y si bien había sufrido incontables decepciones, seguía insistiendo. Estaba segura que más pronto que tarde daría con el fabuloso hombre de azul príncipe, que la amaría por lo que es, y a quien poco le importaría el bulto de carnes en el calzón de su amada, ese apretado par de testículos y largo miembro que la han atormentado desde que era pequeña y que había aprendido a aceptar con santa paciencia y resignación, totalmente segura de que el hombre a quien este detalle le sería insignificante estaba a la vuelta de la próxima esquina. Siempre a la vuelta de la próxima esquina.

2 comentarios:

  1. Me gusta esta historia y la forma en que adornas y describís los momentos, las angustias y los miedos de Mariana. Hace mucho rato no me imaginaba toda una historia, como esta, sin necesidad de cerrar los ojos luego de leerla.

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  2. ¿Será éste?
    Lamentable pregunta que suelen las mujeres no responderse. (Mucho menos alguien como Mariana)
    Nunca es, nunca es, mientras desde chicas nos enseñen a idelizarlo.
    Tantos años de sueños crean hombres tan sólo imaginariamente posibles.
    ¿Larga vida a los sueños?

    Buena historia = )

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